La lluvia golpeaba la ventana. Cada gota era un acorde que marcaba el compás con que mi mano dibujaba tu silueta. Un relámpago irrumpió en tu cuarto... Iluminó tu cuerpo desnudo y me permitió, por un instante, ser testigo secreto del espectáculo de tu rostro en reposo...
Alertado por aquel presagio del trueno, te abracé y te sentí estremecer contra mí cuando el estruendoso estallido nocturno rompió el silencio que acunaba tus sueños.
La tormenta fue mi compañera en aquella noche en que el desvelo y yo montamos guardia en la fortaleza de tu descanso.

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