Los días pasaban y la panza seguía creciendo. Cada vez me entraba menos la ropa y hubo que empezar a usar ropa de “embarazada”. Sobre todo los pantalones. Pero ¡qué fea es la ropa de embarazadas! La primera vez que entré a un negocio de esos casi me muero. Una prenda más fea que la otra. ¡Y los precios! Están todos locos. Esos pantalones enormes, bolsudos, con cintas y botones por todos lados. Un horror. ¿Vendrán con antidepresivos?
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