viernes, 3 de octubre de 2008

La lluvia golpeaba la ventana. Cada gota era un acorde que marcaba el compás con que mi mano dibujaba tu silueta. Un relámpago irrumpió en tu cuarto... Iluminó tu cuerpo desnudo y me permitió, por un instante, ser testigo secreto del espectáculo de tu rostro en reposo...
Alertado por aquel presagio del trueno, te abracé y te sentí estremecer contra mí cuando el estruendoso estallido nocturno rompió el silencio que acunaba tus sueños.
La tormenta fue mi compañera en aquella noche en que el desvelo y yo montamos guardia en la fortaleza de tu descanso.

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