Pensamos mil veces antes de decir que sí y, por si acaso, primero decimos no.
Demoramos sin razón lo que es urgente y usamos la rapidez para andar contra un reloj que nos domina.
Entramos sin pedir permiso, nos vamos sin decir perdón.
Herimos como si no importara y lloramos sólo si existe una buena razón que nos diluya el rimmel.
Nos lamentamos cuando ya es tarde, reconocemos el error cuando no tiene arreglo, vomitamos rencores sin sentido y callamos porque es mejor no quedar expuesto.
Escatimamos, negociamos, medimos y mendigamos.
Censuramos, criticamos, señalamos. Detestamos o idolatramos con el mismo afán. No decimos gracias y olvidamos pedir por favor.
martes, 17 de noviembre de 2009
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