Soy yo o los taxis van a 5 km/h en los cruces de calle cuando estás esperando para cruzar sólo para molestarte. Está bien que lo hagan a media cuadra buitreando pasajeros, pero tampoco para hacerlo en los cruces!
¡Que dificil es saber llorar!. En realidad, la mayor parte de las veces, lo dificil está en saber para que lloramos y sobre todo ¿porqué? lo hacemos. Los motivos son muy variados y van desde los merecidamente destinados a un llanto inconsolable e incontestable, de esos hay muchos, a los apropiadamente clasificados dentro del inmenso repertorio de las lágrimas de cocodrilo o anfibios similares, de esos hay más.
Conozco gente a la que le encanta ser entrevistada, un poco por narcisismo y otro poco porque son la puerta de entrada a nuevo trabajo. Digo narcisismo porque para el ciudadano raso, alejado de la farándula o de la vida pública, es la única chance de ser protagonista de un reportaje: en la entrevista podemos estar horas hablando de nosotros mismos sin saber nada del otro, así como el reporteado nada sabe del reportero. Y nos preguntan de todo...
A los que suponen que soy de derecha ya no se los permito, No porque me preocupe dónde me ubican en un sistema de medición que ya no existe, sino porque esa etiqueta les permite ubicarse ellos a la izquierda.
“Cuando se habla del nuevo Presidente se habla de un moralista, de un hombre de otro tiempo, de una corrección personal, de una honestidad y de una pureza llevadas al límite del renunciamiento”.
¿Querés saber de qué excelentísima persona habla el autor de la frase?
Los hombres no andamos en taxi si tenemos auto propio. Menos si el auto se rompió. Aunque nuestra idea de mecánica se resuma a los principios básicos de la física newtoniana, y creamos que el vehículo se mueve impulsado por la magia de elfos que danzan bajo el capó, nosostros DEBEMOS arreglarlo. Obviamente no se puede y va a parar al mecánico, pero la norma marca que cuando el auto se rompe, perdemos todo un día mirando un misterioso amasijo de metal, mangueras y cables que antes andaba y por algún misterioso motivo dejó de hacerlo. Es como pedir direcciones: hay ciertas cosas que a un hombre lo emasculinizan.
Formar parte del Club de Estreñidos Crónicos (el C.E.C.) cambió la vida de muchos. Se reunen casi siempre en la casa del Doctor Zuvinter y en algunas oportunidades en la casa de Doña Mercedes Ruiz de Oviedo. Es un grupo unido, apretado como dicen ellos; un grupo con mucha fuerza.
Por estatuto, el Club no hace diferencias de edad, clase social, sexo o religión. Basta con tener el ceño fruncido, suficiente mal genio y, sobre todo, cagar poquito y casi nunca.