lunes, 1 de junio de 2009

¿Cuántas páginas le han dedicado a la soltería los hombres y mujeres posmodernos? ¿Cuántas lágrimas se derraman de noche sobre una almohada más hundida que su compañera impecable?

Cuando uno está solo, parece que dedicara cada momento libre a pensar en cuánto odia ser soltero.

Y eso es una injusticia, porque Soltería es una compañera de fierro. Cuando te levantás está ahí, recostada plácidamente en el lado de la cama que no se deshizo. Más tarde, mientras te mirás al espejo para ponerte el corrector de ojeras también se para al lado tuyo, se asegura de que tu baño esté impecable, lleno de productos de belleza y espera, paciente, todo el tiempo que sea necesario hasta que vos estés lista, sin reclamos. Y es la que te sostiene el tacho de basura cuando tirás alguna sobra enmohecida o el cadáver de una empanada de humita que nunca llegaste a consumir.

Al mismo tiempo, Soltería te abre sus brazos, te da permisos ilimitados y te ofrece
aventuras. No es egoísta, te comparte. Por ejemplo, te deja volver al día siguiente
quebrada, un poco vacía y quizás sintiendo un poco de vergüenza pero con la sensación
imborrable de haberte divertido como nunca. Ni bien abrís la puerta de tu monoambiente desordenado la ves ahí, sentada en el borde de la taza del desayuno del día anterior en la que se marcan gotitas de café con leche recontraseco, comprendiéndote en silencio.

Soltería nunca se va a quejar porque no pusiste el lavarropas, ni se va a escandalizar si cenás helado o te encamás con dos tipos distintos en la misma semana. Ni muchísimo menos te va a hacer notar que hace veinte días que no pasás un trapo de piso y encima se te venció el teléfono y te lo cortaron.

1 comentarios cómplices:

Florencia dijo...

No sabia de la existencia de este blog y leyendo me encontre con frases de un antiguo blog mio y fue una sorpresa, una grata sorpresa!
Me hiciste reir mucho con las dos que rescataste!

Beso!