lunes, 29 de noviembre de 2010

Amamos Titanic, porque nos permite ver morir a Leo Di Caprio (y de una forma lenta y cruel, como valor agregado). Pero odiamos Titanic, por tener que soportar la escena de la vieja de mierda tirando al agua un bruto pedazo de pieza de joyería que le hubiera curado el hambre a más de uno.


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