También llegará ese día en que mis obras se desintegren, se pierdan o se vendan en un mercado de pulgas al mejor postor. Y recién ahí dejaré de existir realmente, como antes de haber nacido. Llegará un momento en donde mis propios descendientes no sabrán de mi existencia y mi nombre no cobrará sentido alguno.
Mientras tanto intentaré que mis fotos tengan, en un futuro, un motivo para que un bisnieto crea, que detrás de aquel extraño, haya una historia que contar.